domingo, 21 de abril de 2013

EL GOL NO ME QUIERE

El proceso suele ser, más o menos, el siguiente: inicialmente, el jugador se disgusta porque no marca goles, y se propone cambiar la mala racha en el siguiente partido. Se pone como objetivo lograr uno o dos goles y se convence a sí mismo de que lo conseguirá. Además, es frecuente que, con la mejor intención, reciba comentarios de sus compañeros, e incluso del propio entrenador o alguno de sus ayudantes, del tipo de “hoy marcas seguro”.  La "estrategia" favorece una obsesión exagerada por conseguir el gol, en detrimento, aunque parezca paradójico, de atender a las acciones propias que aumentan la probabilidad de lograrlo. Es decir, el jugador está tan pendiente del objetivo, que olvida o relega lo que tiene que hacer para alcanzarlo, con lo que la probabilidad del gol en lugar de aumentar, disminuye. Si como es probable, el jugador no marca, la ansiedad aumenta; y con ello, el agarrotamiento mental y físico. En esas condiciones adversas, leerá peor el partido, tomará peores decisiones y ejecutará deficientemente las acciones, sobre todo cuando se trate de golpear el balón para disparar a gol. ¿El resultado? Errores y más errores: ¡el gol no me quiere!

Lógicamente, en la medida que el gol no llega, la situación empeora. El siguiente partido se convierte en una especie de examen decisivo en el que, sí o sí, tiene que marcar; y el jugador se conjura para que así sea; pero claro, cuanto más se empeña, peor: la ansiedad aumenta, el funcionamiento es cada vez más deficiente y la ansiedad aumenta aún más, sobre todo cuando se presentan buenas oportunidades para marcar. ¿Le sucede a Alexis? La ocasión es muy clara y, de alguna manera, la mente del jugador la percibe como la gran oportunidad de ¡por fin! conseguir el ansiado gol… pero ese ansia le traiciona; quizá calcula mal la velocidad con la que llega la pelota o el bote que da antes de llegar, o decide golpearla inadecuadamente, o dirigirla en la peor dirección, o simplemente la golpea mal por un exceso de tensión muscular. ¡Otro error! ¿Incomprensible? Como vemos, hay una posible explicación con un fundamento científico; ¿o es mejor seguir pensando que el balón no quiere entrar, que el gol no le quiere?

La solución que le dan algunos es simple. “Tranquilo, es una mala racha… en el momento que metas un par de goles, se acaba”. Puede ser cierto; pero hay que meterlos, claro… Y si el jugador se obsesiona con eso… ya hemos visto lo que puede suceder. Paradójicamente, en estos casos, la solución pasa por lo contrario. Cuanto menos se obsesione el jugador con el gol, más probable será que lo consiga. Pero no es fácil, por supuesto; y menos aún si los que le rodean, con su mejor intención, no hacen más que recordárselo: “¡seguro que hoy marcas!” "¡ya verás como la pelota hoy sí quiere entrar!"

¿Cómo lograrlo, entonces? En primer lugar, aceptando que un delantero, inevitablemente, tiene que pasar por este tipo de rachas, y que hay que tener un mínimo de paciencia para superarlas. Pero ojo: no quedándose sin hacer nada. De manera paralela, el jugador debe centrarse en objetivos que no sean marcar goles, sino realizar las acciones que aumentan la probabilidad de conseguirlos; y, al mismo tiempo, asumir objetivos no relacionados con el gol (por ejemplo: presionar al contrario con balón…). Estos objetivos deben ser acciones propias, no resultados de las mismas, y definirse lo más concretamente posible, de forma que no haya dudas respecto a dónde debe estar puesta la atención del futbolista cuando sale a jugar. Asimismo, el jugador debe anticipar que, quizá, parte de los aficionados le silben; y consecuentemente, debe tener preparada alguna estrategia mental para cuando esto ocurra: algo que desvíe su pensamiento de los silbidos y centre su mente en lo que tiene que hacer en el campo. El entrenador puede darle una directriz concreta en este sentido, pero será más eficaz que, además, trabaje este apartado con un psicólogo del deporte.

En algunos casos, las malas rachas pasan solas y el jugador vuelve a ser el que era antes. Pero en otros muchos el problema engorda y las soluciones son la suplencia y el traspaso. Jugadores que empezaron como Alexis tuvieron que cambiar de aires. Explicaciones posteriores como “no llegó a adaptarse… no todos pueden jugar en un gran club… le vino grande… fútbol es fútbol y así son las cosas…” esconden no haber sabido entender y tratar el problema convenientemente. La cuestión, ahora, no es si Alexis sirve o no sirve  para el Barcelona (¿servía Ibrahimovic?) sino ayudarle a superar este momento crítico antes de que la situación empeore  y el chileno sea uno más en la lista de los que fracasaron por no haber manejado el caso con un enfoque profesional: el que aporta la Psicología del Deporte.

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